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Proyecto de Fin de Grado.

VUELO NOCTURNO

Atravieso los Campos de Castilla en un autobús nocturno y el paisaje se desliza al otro lado de la ventanilla. Pareciera que son los faros del autobús los que generan la realidad y que fuera de ellos, en todo aquello que no alcanzan, no existiera absolutamente nada. De pronto emerge del horizonte una línea luminosa, un pueblo, una ciudad, pero el autobús pasa de largo y aquello queda atrás, como un milagro triste.

El paisaje de afuera es terriblemente hermoso, intrigante, casi mitológico.

El suave balanceo del autobús, el sonido del motor, el olor a moqueta rancia y cristal frío. Y me inquieta porque no entiendo esta sensación. El interminable autobús, del solitario autobús. Siempre de noche, siempre medio vacío.

 

La aparición fugaz de un animal, un horizonte inexplicablemente iluminado, un árbol que podría ser un dios, un cielo ¿rojo?

Pero nada de esto es real. La noche es negra y es gris. Los cielos nunca han sido rojos pero necesito inventar para recordar. Porque si no lo hace la luz, será el pudor castellano el que haga que los árboles se conviertan en masas cargadas de una maldad color verde vejiga y los abiertos campos de Castilla en escenarios cargados de memoria en los que deberían ocurrir episodios mitológicos pero en los que nunca sucede nada.

El mayor acto pictórico es mirar por la ventanilla del autobús.

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